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Una ciudad dentro de otra: siguiendo el límite de la localidad de Kennedy

Sergio Enciso

 

La ciudad en la ciudad

Tan solo una entre tantas personas con quienes conversé me dijo que no había escuchado nunca la siguiente frase: “Kennedy es una ciudad dentro de una ciudad”. Por lo demás, los rostros de los habitantes de la localidad se iluminaban cuando les preguntaba si sabían a qué me refería. Algunos respondían con orgullo que sí, que para ellos Kennedy es una ciudad dentro de Bogotá y que merecería que la consideraran como un área independiente debido a su población y extensión. Otros decían que no, que eso es cuento, que la corrupción ha hecho que el desarrollo se haya quedado en otros lugares y que no se lograra lo que se soñó en un principio. Sin embargo, es claro que en el imaginario de los kennedianos, así como en el de muchos de los bogotanos, existe la idea de que la localidad número 8 es una ciudad dentro de otra.

Fue tanta la persistencia de la frase —la cual surgía en conversaciones, blogs en internet, documentos oficiales y reportes locales—, que ese fue el nombre que terminamos dándole a la instalación que se inauguró en la sala de exposiciones de la Cámara de Comercio de la avenida 68, en Kennedy. Así, el 29 de julio de 2017 “La ciudad en la ciudad” abrió sus puertas al público para mostrar los resultados de un proceso de investigación realizado por el Colectivo Sin Sala[1] desde diciembre de 2016.

Los miembros del colectivo —Alejandro Arango, William I. Martínez, Sergio Enciso y Carolina Uribe— hemos venido desarrollando proyectos de investigación y creación —tanto en conjunto como por separado— acerca de la ciudad en torno al espacio de Sin Sala: Alejandro ha hecho desde hace varios años observaciones exhaustivas y un registro de predios en la localidad de Chapinero para mostrar el límite entre el ideal moderno de desarrollo y su posterior destrucción; su experimentación en fotografía durante la maestría que cursó en Londres lo llevó a montar en 2015 la exposición “Casi en casa”, una serie fotográfica combinada con elementos urbanos; Carolina ha desarrollado una técnica en collage para recrear la arquitectura de espacios idílicos; William y yo, Sergio, instalamos entre 2015 y 2016 “Hija de pu”, un trabajo colaborativo realizado sobre el barrio Santa Fe y la zona de alto impacto (ZAI) en la localidad de Los Mártires. Para este trabajo, William llevó fotografías, dibujos y videos que alternamos en el espacio con textos extraídos de un pequeño libro titulado Mariposas de burdel, que escribí para la muestra y que distribuimos durante la exposición. La idea inicial era recorrer el barrio Santa Fe y la ZAI para reconocer y entender cuáles son las dinámicas y prácticas que surgen en ese territorio de frontera que existe entre la vida cotidiana de un barrio tradicional del centro de Bogotá —habitado por familias con niños— y el comercio anexo al negocio de la prostitución en la zona, la única área del país donde se ejerce esta actividad de manera legal.

Aquellas primeras experiencias nos permitieron configurar el equipo de trabajo y ampliar la investigación sobre el barrio Santa Fe. Posteriormente, por invitación del programa Artbo, de la Cámara de Comercio, pusimos los ojos en la localidad de Kennedy, un lugar lejano a nosotros, tan amplio como complejo en el mapa capitalino. Fue así como durante seis meses los cuatro recorrimos la segunda localidad más grande de Bogotá. Alejandro y Carolina captaron con sus cámaras las casas, las calles y las avenidas, y consumieron la mayor cantidad posible de textos sobre los proyectos del Instituto de Crédito Territorial (ICT) en la localidad; William recorrió sus bordes físicos y, con cámara de video en mano, siguió los pasos de los personajes más representativos de Corabastos; juntos registramos el extraño paisaje sonoro de la localidad, incluso desde antes del amanecer; finalmente, reseñé en un blog los documentos que leí sobre esta ciudad en la ciudad, narré recorridos y anécdotas, y consigné las voces de las personas con quienes conversé[2]. Ya con el material recopilado, planteamos la instalación, enfocada en la intención de mostrar lo que aprendimos al abordar desde lejos aquella localidad.

Una vez Techo, ahora Kennedy

La localidad de Kennedy es una de las zonas más representadas y estudiadas de Bogotá: se puede encontrar un sinnúmero de publicaciones —material de urbanismo acerca de los primeros proyectos de vivienda masiva del ICT, o las supermanzanas, documentales, artículos de prensa sobre la Alianza para el Progreso, videos de YouTube referentes a tribus urbanas, archivos fotográficos y más— sobre la forma en que se urbanizó el territorio que ocupa hoy la actual localidad y cómo llegó a ser lo que es hoy. Para poder abordar tal cantidad de información y hacer una revisión histórica, partí de dos inquietudes:

 

·      ¿Cuál es la historia de la localidad de Kennedy?

·      ¿Cuál es la historia de la división política y administrativa de Bogotá, que nos llevó a observar un territorio determinado por un límite político invisible?

Sobre la primera inquietud consulté el libro Hijos de las estrellas: historia de la localidad de Kennedy (1996). La importancia que tiene este pequeño texto para la construcción de una historia de la localidad y de Bogotá radica en que sus autores, Alfonso Jaramillo Palacio y Fidel Juez Pardo, no se centraron en la historia de Kennedy, sino en la historia del territorio. Para ellos, el recuento local no empieza con la visita del presidente estadounidense en 1961, como suele entenderse, sino desde la época en que las grandes lagunas cubrían la tierra muchos años antes de la llegada de los españoles. El siguiente aparte sobre la historia de Kennedy lo escribí para un pequeño libro de crónicas que publicó la Cámara de Comercio con motivo de la exposición:

Antes de la llegada de los españoles, esta zona tenía el nombre de Techo y hasta ahora nadie se lo ha quitado. Sin embargo, para los habitantes de la localidad no es muy claro de dónde viene ese nombre. Uno puede escuchar a la gente comentar que se llama así porque por aquí casi no llueve, y aunque eso es cierto en alguna medida (porque en Kennedy llueve menos que en otras localidades), no es esa la razón por la que recibe ese nombre.

Techo era la palabra chibcha que le dieron los muiscas a la ciénaga. La palabra viene de los vocablos te y chio, lo que significa “laguna nuestra”. Techotyba —al sur de Ontibón— era uno de los pequeños bohíos que ocupaban la sabana.

Los límites de esos predios iniciales eran los pueblos, los ríos y los caminos de los indígenas nativos: Tibaitatá, Sagasuca, Facatativá, Chinga Frío, Chitasuga, Suba, Tuna, Bosa, Ontibón, Tunjuelo, Fucha, Bosa, Soacha, entre otros. Luego el mono de Quesada repartió el territorio. De la división geográfica que hizo salieron luego las grandes haciendas y de ellas surgieron los nombres y los apellidos más honrosos de la “gente de bien” que aún gobierna nuestra ciudad y país.

Sabemos que en lo que es hoy Kennedy existía hacia 1608 la gran hacienda de Techo, propiedad de María Arias de Ugarte. Esa hacienda pasó a ser de las monjas clarisas y luego fue dividida en dos. La parte sur siguió siendo Techo y la parte norte fue comprada por el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y comenzó a llamarse El Rosario. En 1705, El Rosario pasó a llamarse el Tintal, la cual luego se dividió en el Tintal y el Tintalito. También estaban en la zona las haciendas Techo de los Jorges y Aranda y la Nueva Techo. Además, estaba la Chamicera, que fue dividida con los años en Chamicera, San Ignacio, Santa Inés, Santa Helena, El Porvenir, San Isidrito, y otras más.

En 1944 surgió la idea de construir una avenida para acceder al aeropuerto de Techo —que funcionó allí de 1929 hasta 1959— desde la avenida Caracas hasta el puente de Aranda, donde se conectaría con la avenida Techo. La avenida de las Américas se inauguró en 1948, antecitos del Bogotazo.

El 17 de diciembre de 1961, en una visita de ocho horas, llegó otro monito, uno más moderno, el presidente gringo que vino con Jacqueline, su esposa, a inaugurar Ciudad Techo. En 1963, ese presidente fue baleado en Texas y los vecinos del sector que él inauguró en Bogotá decidieron cambiarle el nombre al barrio. Pasaron de llamarse Ciudad Techo a Ciudad Kennedy, en honor del monito asesinado.

Con los años, los barrios, conjuntos residenciales, edificios, mercados, comercios y estaciones de bus se han multiplicado, y con ellos sus nombres. Los apelativos que se les han dado se han alimentado de aquella mítica laguna de Techo o de los nombres indígenas; vienen de las Américas o recuerdan una ciudad; honran a John Fitzgerald o están consagrados a algún miembro del santoral católico; glorifican a nuestros próceres o a los fundadores y son acompañados por un número. Observar el mapa de Kennedy y caminar por sus calles es ser testigo de la historia como un campo de batalla. En él, muchos personajes parecen haber perdido y haber desaparecido, pero en los nombres aún viven (Enciso, 2017, p. 11).

Así mismo, al intentar responder la pregunta sobre los límites de la localidad, el estudio de la bibliografía existente me permitió ver que la narración sobre la división política y administrativa de Bogotá cuenta con un antes y un después de la Constitución Política de 1991. Según Botero y Suárez, autores de Bogotá y la descentralización intraterritorial: crónica de una historia inconclusa (2010), la ciudad ha adoptado desde mediados del siglo XX un modelo de descentralización, caracterizado por la absorción u adhesión de municipios circunvecinos para conformar una sola unidad territorial y de servicios. Desde los inicios de este proceso y hasta hoy, la ciudad ha pasado por varias reformas que se consolidaron en 1991. La “nueva” Constitución, que tenía “una clara vocación descentralizadora para Colombia, le otorgó a Bogotá un régimen especial”. Luego, esta postura se tradujo en la expedición del Estatuto Orgánico de la ciudad, el Decreto Ley 1421 de 1993, en el cual se conjuraban los vacíos dejados por la Ley 1 de 1992. En esta ley se determinaron los criterios para el funcionamiento de las localidades, se estipuló la elección popular de las juntas administradoras locales (JAL) y se les fijaron periodos fijos a los alcaldes locales, entre otros (Botero & Suárez, 2010, p. 19).

Bogotá se ha enfrentado a un proceso de crecimiento acelerado desde finales de la década de los treinta, lo que motivó la búsqueda de un modelo basado en dos “eslabones fundamentales: eficiencia administrativa y democracia participativa. (…) Es así como Bogotá, D.C. ha transitado un largo camino, buscando un equilibrio que se traduzca en que la ciudad sea capaz de funcionar eficientemente, prestando unos servicios públicos de buena calidad, al tiempo que sea un espacio de participación ciudadana” (Botero & Suárez, 2010, p. 9). Esto implicaba darles mayor independencia a las entidades territoriales, sin dejar de acatar el control de la Alcaldía Mayor, teniendo una aumentada participación de los habitantes en el ámbito local.

No obstante, la base de la actual división territorial que presenta el Distrito Capital tiene como soporte los estudios hechos y las decisiones políticas adoptadas en 1972 por parte de la administración del entonces alcalde mayor Carlos Albán Holguín. Para ese momento, la ciudad evidenciaba grandes problemas que venían del crecimiento acelerado poblacional de las últimas décadas: tan solo en treinta y dos años —desde 1938—, la población se había multiplicado por siete. El objetivo del alcalde Albán consistía en “implantar un estilo dinámico de gobierno que supere la barrera de la solemnidad y de la lejanía, y la remplace por un acercamiento real hacia los gobernados, por una relación más actual y efectiva” (Subsecretaría de Asuntos Locales y Desarrollo Ciudadano, 2010, p. 15).

El resultado de los estudios encomendados por Albán fue la división de la ciudad en 16 alcaldías menores, donde el barrio era la unidad básica para la definición de los sectores; la delimitación de los territorios de las administraciones menores se hizo según criterios ecológicos, por los límites de los barrios y haciendas, según las vías existentes de la ciudad y según el criterio poblacional en que el número de habitantes no debía sobrepasar los 300.000. La creación de las alcaldías menores se materializó mediante el Acuerdo 26 de 1972. Tal norma constituye la base de la configuración actual de las localidades, las cuales con el tiempo, y a través de varios acuerdos en las décadas posteriores, complementaron y ajustaron los territorios de las 20 que conocemos hoy (Concejo de Bogotá, 2010).

En el citado acuerdo se fijan los límites de la Alcaldía Menor de Ciudad Kennedy de la siguiente manera:

Partiendo de la Intersección de la Avenida Centenario con el eje de la carrera 68, y por éste en dirección sur hasta el eje de la Autopista del Sur, por éste hasta la Intersección con el ferrocarril del Sur, por éste hasta el cruce con el río Tunjuelito, por éste hasta la Intersección con el eje del camino que parte del río Tunjuelito y bordea la Hacienda Mónica por el occidente hasta su Intersección con el camino que va en dirección occidente-oriente a la Hacienda Escocia y por este camino hasta la mencionada hacienda y su Intersección con el eje de la Avenida Regional Transversal, siguiendo hacia el norte por el eje de esta Avenida hasta su Intersección con el camino que conduce a Bosa (prolongación del camino de Osorio) y por el eje de este camino hasta la Hacienda las Margaritas en su Intersección con el eje del camino que conduce al Río Bogotá, por el eje de este camino hasta dicho río y por éste hasta su confluencia con el río Fucha, se sigue este río aguas arriba hasta que cruce con la Avenida Centenario, por el eje de éste hasta su Intersección con el eje de la Avenida 68, punto de partida (Concejo del Distrito Especial de Bogotá, 1972).

Con el tiempo, esos límites iniciales, demarcados principalmente por accidentes geográficos y haciendas, se han transformado hasta constituirse en los límites actuales: por el norte, el municipio de Mosquera y la localidad de Fontibón a través de los ríos Bogotá y Fucha y la avenida Centenario (calle 13); por el sur, las localidades de Tunjuelito y Ciudad Bolívar por el río Tunjuelo y la autopista Norte-Quito-Sur; por el occidente, la localidad de Bosa a través de las calles 49 y 56 sur y carrera 80H, y por el oriente, la localidad de Puente Aranda a través de la avenida 68. Este circuito geográfico, que diferencia un adentro y un afuera, es lo que la gente denomina “una ciudad dentro de una ciudad”.

¿A quién se le ocurrió tan genial eslogan? ¿Quién dijo esa frase por primera vezque anosi existe es que esa pezquiza alcaldos de Bogotra Los expertos dicen que Kennedy, probablemente Ciudad techo, surgilidad ? Encontrar a su autor ha sido una tarea titánica que no ha arrojado resultados. Aun así, la frase se cita una y otra vez en los libros. Una de las primeras menciones que Alejandro encontró viene del Plan de desarrollo 1975-1978, del presidente Alfonso López Michelsen. Allí, el concepto de “ciudades dentro de ciudades” se plantea como el mejor medio para racionalizar el desarrollo urbano, caótico hasta ese momento, conservando el patrón de los países industrializados. Desde ese momento, la frase no deja de repetirse cuando se habla de la localidad número ocho.

Entonces, si uno hace el ejercicio de cuestionar si Kennedy es una ciudad dentro de otra, el lector se preguntará: ¿qué es una ciudad? Tal definición no deja de ser una cuestión compleja, ya que está atada a momentos históricos, lugares geográficos y sistemas políticos específicos. Carl Haub (2009) describe cómo la caracterización de una urbe varía sustancialmente según el país en que uno se sitúe. Así, por ejemplo, en Argentina se conciben como urbanos centros habitados por dos mil o más personas, en Perú se habla de centros con cien viviendas o más, en tanto que en Senegal se definen las concentraciones urbanas como aglomeraciones humanas de diez mil personas o más. Pese a lo disímil de estas cifras, es claro que uno de los aspectos que determinan la etiqueta de ciudad está atado al número de habitantes y su densidad demográfica en dicho territorio. Robert Bevan (2014) aclara cómo la definición de ciudad en Inglaterra, durante el reinado de Enrique VIII, se limitaba a cualquier poblado que contara con una catedral anglicana. A comienzos del siglo XX, la ley de la catedral ya se había revaluado y se consideraba ciudad a cualquier población con más 300.000 habitantes, una tradición de gobierno local y una identidad propia en un área extendida. Así pues, en esta definición se suman dos elementos a los demográficos: el del gobierno local y el de la identidad propia del área.

Kennedy tiene una población superior a un millón de habitantes y, como se vio en el apartado de la división política de Bogotá, cuenta con un gobierno local. Sin embargo, ¿es posible que Kennedy tenga una identidad propia de localidad, diferente de la identidad del resto de la ciudad? Esta pregunta fue la que me animó a caminar por Kennedy, con grabadora en mano, para hablar con sus habitantes. Posteriormente, con el material que recopilé, construiría el paisaje sonoro instalado en la exposición.

Lo que descubrí es que no existe una sola identidad kennediana: los habitantes hablan de Kennedy Central y de otros Kennedys más lejanos y más cercanos a ellos, unos céntricos y otros más al borde de la localidad. Muchos tienen que ver con la experiencia de habitar y transitar lugares conocidos o con escuchar acerca de lugares remotos y peligrosos. Las reflexiones sobre la identidad —sobre lo que implica ser kennediano— hechas por la gente se relacionan con sus barrios y sus comunidades antes que con una identidad de la localidadequipo William es el único del c relacionan a los barrios y a las comunidadesomúnependiente me surgen una serie de dudas que pl. Además, a pesar de que existe una narrativa propia de ciudad independiente —relacionada con su historia, su desarrollo y sus lugares icónicos—, que se refleja en los relatos, la literatura y otros productos culturales, ésta jamás se podría separar del imaginario total y de la historia y la narrativa de Bogotá. El límite físico impuesto alguna vez por la norma no alcanza a cerrar a la localidad y se convierte en un borde poroso que no aísla el adentro del afuera.

Aun así, hablando de localidad y ciudad, es muy difícil separarse de la idea de un límite; por eso, lo primero que hizo William cuando empezamos el proyecto fue imprimir un mapa del tamaño de un pliego, marcar sobre él los sitios más importantes de Kennedy y luego, en azul, trazar el límite político y administrativo de la localidad. De la misma forma que habíamos hecho con el barrio Santa Fe, nos dispusimos a transitar el inmenso kilometraje de la localidad de Kennedy.

William hizo desde el comienzo varios recorridos en carro, con la idea de llegar al límite de la localidad con la cámara fotográfica. El resultado fueron series de imágenes que añadió a su archivo personal, pero luego empezó a rondarle la idea de seguir y registrar el límite de Kennedy mirando hacia adentro. En la ventana del lado derecho del carro montó el celular para que fuera grabando los sucesivos recorridos hechos a primera hora de la mañana. Finalmente, William se vio enfrentado a aquellos lugares que no podía recorrer en carro; llegó a un punto donde tendría que idear otro artefacto, una steadycam, para registrar los pasajes de los ríos Tunjuelo y Bogotá, donde el Distrito Capital deja de ser ciudad y se encuentra con Cundinamarca.

El resultado de ese registro en movimiento son tres videos —torrentes de imágenes mostrados en la instalación en tres pantallas verticales— en los que se puede ver el tráfico pasar, al mismo tiempo que edificios de todo tipo, caminantes en los andenes, charcos, árboles, plantas, animales y transporte público. Varios planos se desplazan a la vez entre lo comercial y lo residencial, y se unen en un trasegar de varias horas. Esas imágenes se ven interrumpidas momentáneamente por los planos azules y verdes de las zonas rurales con las que delimita la localidad.

De ese recorrido de los límites realizado por William, y del resto de recorridos hechos por los miembros del colectivo, tanto los físicos como los literarios, puedo sacar dos conclusiones. La primera es que a la definición de ciudad a la que me he referido en este texto le falta un punto: que no puede existir lo urbano, la ciudad, sin lo rural. Existe un límite intrínseco, una muralla imaginaria que hace que las dos realidades se vean como separadas, pero, como Kennedy lo demuestra, no pueden estar la una sin la otra.

Dentro de la localidad existen áreas rurales que nos recuerdan que primero existieron los grandes espacios verdes —habitados por los muiscas y sus antecesores, alrededor de las grandes lagunas sagradas— y que en un periodo de medio siglo dejaron de existir, para dar paso a la urbanización salvaje y desaforada de la ciudad. Ejemplo de tal situación son los tres humedales de Kennedy: La Vaca, El Burro y Techo. Estos humedales, al igual que los ríos que aún quedan, luchan por sobrevivir como testigos de una historia que se remonta a cinco mil años y se aferran a pequeñas porciones de territorio, evidenciando que el ciclo del agua que adoraban los indígenas originales aún sigue vivo. Así mismo, Corabastos nos recuerda —con miles de toneladas de alimentos traídas a diario y distribuidas por toda la ciudad— que sin comida no se puede sobrevivir y que la ciudad está llamada a desaparecer sin el campo. La relación es necesaria y simbiótica.

Por último, quiero recordar que todos aquellos lugares importantes de la localidad de Kennedy, los que lograron llegar a la instalación y los que no, los recorrimos y nos los apropiamos de alguna manera: en carro, a pie o en transporte público. Para nosotros, como colectivo y como artistas, es clave llegar a ellos y detenernos a mirarlos y vivirlos; los recorremos, nos fijamos en el olor y en la atmósfera, hablamos con las personas que los transitan o los habitan, discutimos, peleamos, las escuchamos, comemos. Así los logramos conocer y entender y nos movemos a través de sus límites. Hemos comprendido que es imposible definir a Kennedy, lo que es y no es, únicamente con base en criterios técnicos, pues el territorio se configura a partir de la manera en que lo vivimos y lo transformamos, y de las historias y recuerdos que tejemos en torno a él.

 [1] Este colectivo funciona desde el 2016 como un grupo de artistas que gestiona Sin Sala espacio taller de montaje. Sin Sala es un lugar de trabajo colaborativo en el que artistas o creadores tienen la posibilidad de desarrollar propuestas de montaje; lo creó Alejandro Arango en el año 2015.

[2] Para más información sobre “La ciudad en la ciudad”, visite https://laciudadenlaciudad.wordpress.com/.

[3] Para más información sobre “La ciudad en la ciudad”, visite https://laciudadenlaciudad.wordpress.com/.

 

Referencias

Bevan, R. (2014). What makes a city a city, and does it really matter anyway? The Guardian. Recuperado en línea de https://www.theguardian.com/cities/2014/may/08/what-makes-city-tech-garden-smart-redefine.

Botero, M. & Suárez, C. (2010). Bogotá y la descentralización intraterritorial: crónica de una historia. Facultad de Ciencia Política y Gobierno. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

Concejo del Distrito Especial de Bogotá (1972). Acuerdo 26 de 1972. Recuperado de http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=2028.

Enciso, S. (2017). La ciudad en la ciudad. Artbo. Bogotá: Cámara de Comercio de Bogotá.

Haub, C. (2009) What is a City? What is Urbanization? Recuperado de http://www.prb.org/Publications/Articles/2009/urbanization.aspx.

Jaramillo, A. & Juez, F. (1996). Hijos de las estrellas: historia de Ciudad Kennedy. Bogotá: Fondo de Desarrollo de Ciudad Kennedy.

Subsecretaría de Asuntos Locales y Desarrollo Ciudadano, Secretaría de Gobierno (2010). Proyecto de acuerdo “por el cual se crean nuevas localidades en el Distrito Capital de Bogotá”. Recuperado de http://wwwold.gobiernobogota.gov.co/Documentacion/Normatividad/biblioteca/10_division_territorial_enero2010.pdf.

 
 
Alejandro Arango García @alejovishvr . 

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Alejandro Arango García @alejovishvr . 

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Alejandro Arango García @alejovishvr . 

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Alejandro Arango García @alejovishvr . 

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Alejandro Arango García @alejovishvr . 

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William I. Martinez @williamimartinez7

William I. Martinez @williamimartinez7

The City Within the City

Only one of the many people I spoke with claimed to have never heard the following phrase: "Kennedy is a city within a city." The faces of the locals, however, lit up when I asked them if they knew to what I was referring. Some proudly answered, yes, that Kennedy, to them, is a city within Bogotá that deserves to be considered an independent area, given the borough's vast population and area. Others answered that, no, the saying is nothing but hype and that corruption has taken development elsewhere and the original dream was never realized. It is clear, however, that the people of Kennedy, and many from Bogotá, see "Localidad" (as the boroughs of Bogotá are known) No. 8 as a city within a city.

So persistently did the phrase appear –in conversations, Internet blogs, official documents, and local reports– that we ended up using it as the title of the installation that premiered at the Chamber of Commerce exhibition on 68th Avenue in Kennedy. On July 29, 2017, "The City Within the City" opened its doors to the public to present the results of the research that Colectivo Sin Sala began in December 2016.[1]

The members of the collective –Alejandro Arango, William I. Martinez, Sergio Enciso, and Carolina Uribe– have researched and created both independent and group projects associated with the city surrounding the Sin Sala space. Alejandro has, for several years, made exhaustive observations and kept a record of property in Bogotá's Chapinero borough in order to illustrate the boundary between the modern ideal of development and the destruction to which it leads. His photographic experimentations while pursuing a master's degree in London resulted in his 2015 installation, "Casi en casa" ("Almost Home"), a photographic series combining urban elements. Carolina has developed a collage technique that recreates the architecture of idyllic spaces.  William and I (Sergio, author of this text) created and installed between 2015 and 2016 "Hija de pu" ("Son of a Bi--"), a collaborative work about the Santa Fe borough and the High-Impact Zone (ZAI, in Spanish) in the Los Mártires borough. "Hijo de pu" featured photographs, drawings, and videos contributed by William, interspersed throughout the space with texts taken from a small book that I wrote entitled Mariposas de burdel (Brothel Butterflies), which was distributed during the exhibition. Initially, the idea was to visit the Santa Fe neighborhood and the surrounding ZAI to uncover and understand the dynamics and practices that arise in this borderland between daily life in a traditional borough in central Bogotá, inhabited by families with children, and a commercial zone linked to the prostitution business operating in the area –the only area in ​​the country where this activity is legal.

Our initial experiences helped us to design a work team and expand our research on the Santa Fe borough. Later, at the behest of the Chamber of Commerce's Artbo program, we set our sights on the Kennedy borough, a place far from us, and as wide as it is complex on the map of the capital. The four of us spent four months exploring Bogotá's second-largest borough. Alejandro and Carolina captured houses, streets, and avenues with their cameras and consumed all the printed information available on the Territorial Credit Institute (ICT, in Spanish) projects in the borough. William toured the area's physical borders and, video camera in hand, traced the footsteps of iconic characters from the Corabastos marketplace. Together we recorded the borough's exotic soundscape, even during the wee pre-dawn hours. Finally, I gathered together in a blog documents I'd found pertaining to this "city within a city", included narrations of my visits and anecdotes, and added the voices of the people with whom I'd spoken. Based on the material collected, we proposed an installation that would communicate what we'd learned by approaching the borough from a distance.[2]

Once Techo, now Kennedy

The borough of Kennedy is one of the best-represented and most-studied areas in Bogotá. Countless publications exist on the urban planning behind the territory now occupied by the borough and on how this territory became what it is today, including articles on the borough's first massive ICT housing projects, its "supermanzanas", or superblocks, documentaries, articles on the Alliance for Progress, YouTube videos referring to urban tribes, photographic archives, and more. In an effort to manage this significant volume of information and organize a historical review, I focused on two questions:

 

·      What is the history of Kennedy?

·      What is the history of Bogotá’s political and administrative division, leading to what we observed to be a territory determined by an invisible political boundary?

In search of answers to the first question I consulted the book, Hijos de las estrellas: historia de la localidad de Kennedy (Children of the Stars: a History of the Borough of Kennedy) (1996). The important contribution of this modest text to the construction of a history of the borough, and of Bogotá, lies in the fact that authors Alfonso Jaramillo Palacio and Fidel Judge Pardo focused on the history of the territory, and not the history of Kennedy. For them, the local history doesn't begin with the US president's visit in 1961, as commonly believed, but from the time when great lagoons covered the land, long before the arrival of the Spaniards. The following text on the history of Kennedy was taken from my small book of chronicles published by the Chamber of Commerce at the time of the exhibition:

Before the arrival of the Spaniards, this area was known as Techo (Roof) and the name remains in use to this day. Inhabitants of the borough, however, have no clear idea of where the name came from. You'll hear people comment that it's because it almost never rains here, and although this is true to some extent (it rains less in Kennedy than in other boroughs), it's not the real explanation for the name.

"Techo" is a Chibcha word used by the Muisca people to refer to a swamp. The word is comprised of the syllables “te” and “chio”, which together mean "our lagoon". Techotyba, located south of Ontibón, was one of the small hamlets scattered around the savanna.

The boundaries of these early properties were formed by indigenous towns, rivers, and roadways and had names like Tibaitatá, Sagasuca, Facatativá, Chinga Frío, Chitasuga, Suba, Tuna, Bosa, Ontibón, Tunjuelo, Fucha, Bosa, and Soacha. Later, the Spaniard Gonzalo Jiménez de Quesada split up the territory. Out of this geographical division came the large haciendas, and from them the illustrious names and surnames of the "best people" that continue to govern our city and country.

We know that around 1608 the area known today as Kennedy was part of the large Techo hacienda owned by Maria Arias de Ugarte. The hacienda passed into the hands of the Clarisas order of nuns and was later split into two. The southern part remained Techo while the northern part was purchased by the Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario and eventually became known as El Rosario. In 1705, El Rosario was renamed El Tintal, which was later divided into El Tintal and El Tintalito. Nearby were two other haciendas: Techo de los Jorges y Aranda and La Nueva Techo. Over the years, La Chamicera, another hacienda in the area, was split into Chamicera, San Ignacio, Santa Ines, Santa Helena, El Porvenir, San Isidrito, and others.

In 1944, a project emerged to build an avenue between Avenida Caracas and Puente Aranda to connect with the Techo airport, which operated between 1929 and 1959. The avenue, which would access the airport via Avenida Techo, was christened Avenida de las Americas and inaugurated in 1948, shortly before the historic "Bogotazo" riots.

On December 17, 1961, another more modern foreigner –a North American president this time– brought his wife Jacqueline with him on an eight-hour visit to inaugurate Ciudad Techo. In 1963, the same president was assassinated in Texas and the inhabitants of the "city" he inaugurated in Bogotá decided to change the name of the borough. Ciudad Techo became Ciudad Kennedy, in honor of the assassinated foreigner.

Over the years, the neighborhoods, residential complexes, buildings, markets, shops, and bus stations in the borough have multiplied, and with them their names. The chosen monikers found inspiration in the mythical Techo Lagoon or in indigenous names, were taken from around the Americas, in honor of a city or of John Fitzgerald, or to pay tribute to one of the Catholic saints or a Colombian patriot, and when they appear in an address are accompanied by a number. A look the map of Kennedy or a walk through its streets is like witnessing a historic battlefield where any number of great personages seems to have gotten lost and disappeared. But their names live on (Enciso, 2017, p.11).

Likewise, in search of an answer to the questions I had concerning the borough's boundaries, a study of the existing bibliography revealed a narrative on Bogotá’s political and administrative division that was firmly divided into a "before" and "after" the country’s Political Constitution of 1991. According to Botero and Suárez, authors of Bogotá y la descentralización intraterritorial: crónica de una historia inconclusa (Bogotá and Intra-Territorial Decentralization: Chronicle of an Unfinished History) (2010), since the mid-twentieth century, the city has adopted a decentralized model characterized by the absorption or adhesion of surrounding municipalities to form a single territorial unit, including public utilities and other services. From the beginning of this process until the present, the city has undergone several reforms consolidated in 1991. The "new" Constitution, which expressed "a clear decentralizing vocation for Colombia", granted Bogotá special status. Later, this special status was further defined in the "Organic Statute of Bogotá" contained in Law 1421 of 1993, which invoked the vacuums inherent in Law 1 of 1992. The new law defined criteria governing operations in the boroughs, legislated the popular elections of local administrative boards (JALs, in Spanish), stipulated fixed periods for local mayors, and others (Botero & Suárez, 2010, p.19).

The accelerated growth of Bogotá since the late thirties motivated a search for a model based on two "essential interconnecting elements: administrative efficiency and participatory democracy. (...) Bogotá, D.C. has, in this respect, covered significant ground, seeking a balance that allows the city to function efficiently, providing good quality public services, while offering spaces for citizen participation" (Botero & Suarez, 2010, p.9). This implied granting territorial entities greater autonomy while demanding continued compliance with controls from the Mayor's Office and increased participation from local residents.

The current territorial division presented by the Capital District is nevertheless based on studies carried out and political decisions adopted in 1972 by the administration of the Mayor at the time, Carlos Albán Holguín. At that time, the city suffered greatly from accelerated population growth over a period of decades: in just 32 years (since 1938), the population had multiplied sevenfold. Mayor Albán's goal was "to implement a dynamic style of government and overcome the barrier of solemnity and remoteness, replacing it with a real effort to move closer to the governed, towards a more current and effective relationship" (Undersecretariat of Local Affairs and Citizen Development, 2010, p. 15).

The studies commissioned by Albán led to a division of the city into 16 minor mayorships, the neighborhood being the basic unit for defining the different sectors. The boundaries of the smaller administrative units were established based on ecological criteria, neighborhood and hacienda boundaries, existing city roadways, and population criterion, limiting the number of inhabitants to a maximum of 300,000. The creation of the minor mayorships was legislated in Agreement 26 of 1972. This agreement constitutes the basis of the current configuration of the boroughs, which over time, and through additional agreements adopted in the decades that followed, complemented and adjusted the territories comprising the 20 boroughs we know today (Council of Bogotá, 2010).

The aforementioned agreement establishes the boundaries of the Minor Mayorship of Ciudad Kennedy as follows:

Starting at the intersection of Avenida Centenario and Carrera 68, along Carrera 68 in a southerly direction to the Autopista del Sur and along it, to where it intersects with the Ferrocarril del Sur (Southern Railway) and along it to the junction with the Tunjuelito River, along it to the intersection with the roadway beginning at the Tunjuelito River and bordering Hacienda Mónica west, until its intersection with the road traveling west-east to Hacienda Escocia, and along this road to the aforementioned hacienda and its intersection with the Avenida Regional Transversal, continuing north along this avenue until its intersection with the road leading to Bosa (prolongation of Camino de Osorio) and along this road to Hacienda las Margaritas, where it intersects with the road leading to the Bogotá River, along this road to the Bogotá River and along the river until where it flows into the Fucha River and along this river, upstream, until it intersects with Avenida Centenario, along its axis until its intersection with Avenida 68, the starting point (Council of the Special District of Bogotá, 1972).

Over time, this initial border, defined mainly by landforms and haciendas, transformed into the current border: to the north, the municipality of Mosquera and the Fontibón borough, along the Bogotá and Fucha Rivers and Avenida Centenario (Calle 13); to the south, the boroughs of Tunjuelito and Ciudad Bolívar along the Tunjuelo River and the Autopista Norte-Quito-Sur; to the west, the Bosa borough, along Calle 49 sur and Calle 56 and Carrera 80H; and to the east, the borough of Puente Aranda, along Avenida 68. This geographical circuit, which differentiates inside from outside, is what people call "a city within a city".

Who came up with this great slogan? Who pronounced the phrase for the first time? The search for the author has been a titanic task and has yielded no results. Even so, the phrase is cited again and again in books. One of the first mentions that Alejandro found comes from President Alfonso López Michelsen's Development Plan for 1975-1978. This document introduces the concept of "cities within cities" as the best means to rationalize the, until then, chaotic urban development while preserving the pattern of industrialized countries. Since then, the phrase has been used constantly in connection with the eighth borough.

So, faced with the question of whether Kennedy is a city within a city, the reader will undoubtedly begin by asking: what is a city? This remains a complex question, given its specific links to historical moments, geographical places, and political systems. Carl Haub (2009) describes how the characterization of a city varies substantially according to the country where it is located. In Argentina, for example, areas inhabited by 2,000 or more people are considered urban centers; in Peru, an urban center is one with 100 or more houses; while in Senegal urban concentrations are defined as human agglomerations of 10,000 people or more. Despite the dissimilarity of these figures, it is clear that one of the aspects required in order to merit the label "city" is the number of inhabitants and the demographic density of the area. Robert Bevan (2014) tells how, during the reign of Henry VIII, the definition of an English city was open to any town with an Anglican cathedral. By the early 20th century, the cathedral law had been re-evaluated and any town with more than 300,000 inhabitants, a tradition of local government, and an identity of its own within an extended area was considered a city. This definition, therefore, contributes two additional elements to the aforementioned demographic aspects: a local government, and a unique identity.

Kennedy now has more than one million inhabitants and, as mentioned in the section on Bogotá's political division, its own local government. But can it be said that Kennedy has its own identity, different from the identity of the rest of the city? This question inspired me to walk around Kennedy with a tape recorder in hand and speak with its inhabitants. Later, from the material collected, I created the sound landscape used in our installation.

I discovered that Kennedy has no single identity: the inhabitants speak of Kennedy Central and other closer or more distant Kennedys, some near its center and others closer to the borough's edges. Many of these identities are linked to the experience of living and traveling through familiar places, or of hearing about more remote and dangerous places. People's reflections on identity –about what it means to be from Kennedy– are linked to neighborhoods and communities rather than the borough's identity. And although the narrative of an independent city linked to the borough's history, development, and iconic places is reflected in stories, literature, and other cultural products, this narrative could never be separated from the overall archetype, history, and narrative of Bogotá. The physical boundary imposed at one time by legislation is not enough to close off the borough and the border is a porous one that can't isolate the inside from the outside.

And yet, when speaking of a borough and a city, it is very difficult to avoid the idea of ​​a boundary, and, therefore, the first thing William did when we started the project was to print up a poster-size map, mark it with Kennedy's most iconic sites, and highlight, in blue, the borough's political and administrative border. And, in the same way we approached the Santa Fe neighborhood, we prepared to travel the width and breadth of the vast borough of Kennedy.

William began by making several forays by car, hoping to reach the borough's boundaries with his camera. The result was series of images that he added to his personal archive, but he then began toying with the idea of continuing this task by recording the Kennedy border from the outside looking in. He mounted his cellphone on the window on the passenger side of the car and recorded his early-morning rounds. Finally, William was forced to confront the places he couldn't reach by car. At one point he had to devise a Steadycam to record the Tunjuelo and Bogotá River passages, in areas where the Capital District ceases to be a city and adjoins Cundinamarca.

Three videos came out of these "road" recordings: streams of images displayed on three vertical screens and incorporated into the installation featuring passing traffic, buildings of all kinds, busy sidewalks, puddles, trees, plants, animals, and public transportation. Different shots move simultaneously through commercial and residential areas and come together again over a period of several hours. These images are interrupted momentarily by streaks of blue and green: the rural areas along the borough's border.

I drew the following two conclusions based on William's tour of the border and on the physical and literary visits of other members of the group: First, that the definition of city used heretofore in this text lacks one element in particular: there can be no urban, no city, without the rural element. There is an intrinsic border, an imaginary wall that makes the two realities appear as separate, but, as Kennedy demonstrates, there cannot be one without the other.

There are rural areas within the borough that remind us of the large green spaces surrounding the great sacred lagoons inhabited by the Muiscas and their predecessors that existed before any of this, and that ceased to exist over a period of 50 years, giving way to wild and unbridled urbanization. Kennedy's three wetlands, La Vaca, El Burro, and Techo, are an example of this. These wetlands, like the borough’s last remaining rivers, struggle to survive as witnesses of a history dating back 5,000 years, clinging to small portions of the territory to prove that the water cycle worshipped by the original dwellers is still alive. Likewise, Corabastos –and the thousands of tons of food that pass through it daily before being distributed throughout the city– remind us that no city can survive without food, and that without the countryside, the city is doomed to disappear. The relationship is necessary and symbiotic.

Finally, I'd like to once again point out that we visited, in person, all these important parts of Kennedy –the ones that made it into the installation and those that didn't– and whether by car, on foot, or using public transportation, made them our own. As a collective and as artists we believe it is essential to travel to them, to stop and look at them, to really experience them. We walk around them, stop to smell them and check out the vibe, talking to the people who travel through or inhabit them, discussing, arguing, fighting, listening, and eating.

This is how we get to know and understand them, adapting our movements to their boundaries. We came to understand that it is impossible to define Kennedy, what it is and is not, based solely on technical criteria. The territory is configured through our experience of it, and how we transform it, and through the stories and memories woven around it.

[1] This collective has, since 2016, operated as a group of artists that manages the Colectivo Sin Sala workshop and showroom. Alejandro Arango founded Colectivo Sin Sala in 2015 as a collaborative workplace in which artists and creators can develop contemporary installation-based art.

[2] For more information on "The City Within the City," visit https://laciudadenlaciudad.wordpress.com.

References

Bevan, R. (2014). What Makes a City a City, and Does it Really Matter Anyway? The Guardian. Retrieved online from https://www.theguardian.com/cities/2014/may/08/what-makes-city-tech-garden-smart-redefine.

Botero, M. & Suárez, C. (2010). Bogotá y la descentralización intraterritorial: crónica de una historia. Faculty of Political Science and Government. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

Council of the Special District of Bogotá (1972). Agreement 26 of 1972. Retrieved from http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=2028.

Enciso, S. (2017). La ciudad en la ciudad. Artbo. Bogotá: Chamber of Commerce of Bogotá.

Haub, C. (2009) What is a City? What is Urbanization? Retrieved from http://www.prb.org/Publications/Articles/2009/urbanization.aspx.

Jaramillo, A. & Judge, F. (1996). Hijos de las estrellas: historia de Ciudad Kennedy. Bogotá: Fondo de Desarrollo de Ciudad Kennedy.

Undersecretary of Local Affairs and Citizen Development, Mayor's Office (2010). Draft agreement "by which new boroughs are created in the Capital District of Bogotá". Retrieved from http://wwwold.gobiernobogota.gov.co/Documentacion/Normatividad/biblioteca/10_division_territorial_enero2010.pdf.